Lo que comenzó como una tarde cualquiera en la vida de un magnate terminó en una escena que nadie, ni en sus peores pesadillas, hubiera imaginado.

El empresario Alonso Rivas, dueño de una cadena de hoteles de lujo en Europa y América Latina, había pasado las últimas dos semanas viajando por negocios. Su mansión en las afueras de Barcelona estaba bajo el cuidado de su personal de confianza, incluida Mariela, una sirvienta que llevaba más de tres años trabajando con él.

Esa tarde, Alonso decidió regresar sin avisar. “Quería sorprender a mis hijos”, contaría más tarde a un allegado. Sus gemelos, Mateo y Daniel, de apenas dos años, eran su mayor orgullo desde que su esposa falleció en el parto.

El chofer lo dejó en la entrada trasera para evitar la atención de los vecinos. Avanzó por el pasillo silencioso y, al llegar al salón principal, escuchó unas risas suaves… pero también un murmullo extraño. Se acercó con cautela.

Lo que vio lo dejó paralizado.

Mariela estaba agachada frente a los gemelos, que gateaban en la alfombra. Pero no estaba jugando con ellos. Sostenía un frasco pequeño, de vidrio oscuro, y vertía unas gotas en la bebida de uno de los niños. El otro, con expresión adormilada, tenía restos de un líquido similar en la comisura de los labios.

Alonso sintió un escalofrío recorrerle la espalda. “En ese momento todo pasó muy rápido. No sabía si gritar, correr o llamar a la policía”, relataría después.

—¿Qué estás haciendo? —rugió, entrando al salón.

Mariela dio un respingo y trató de ocultar el frasco en el bolsillo de su delantal.
—Nada, señor… solo es un remedio natural. Los niños estaban inquietos…

Pero Alonso, sin decir una palabra más, le arrebató el frasco. El olor acre y medicinal le hizo fruncir el ceño. No reconocía la sustancia.

La tensión creció. Mariela, con el rostro pálido, empezó a suplicar.
—Se lo juro, señor, no es nada malo…

En ese instante, uno de los gemelos comenzó a toser y sus párpados se cerraron lentamente. Alonso corrió a cargarlo y pidió a gritos a otro miembro del personal que llamara a emergencias.

Los paramédicos llegaron en menos de diez minutos. Revisaron a los niños y, aunque estaban estables, decidieron trasladarlos al hospital para hacerles pruebas. Lo que encontraron fue alarmante: trazas de un sedante de uso veterinario.

La noticia corrió como pólvora. ¿Por qué una sirvienta de confianza estaría administrando una sustancia peligrosa a dos niños pequeños?

La investigación reveló algo aún más inquietante. En el cuarto de Mariela, escondido dentro de una caja de galletas, había varias botellas idénticas al frasco encontrado, además de fotografías antiguas de los gemelos, recortes de periódicos sobre la familia Rivas y cartas escritas a mano con frases como “pronto serán míos” y “nadie podrá separarnos”.

Interrogada por la policía, Mariela dio explicaciones confusas. Primero dijo que eran “remedios caseros” para ayudar a dormir a los niños. Luego, que obedecía instrucciones de “alguien que sabía más que el señor Rivas sobre cómo cuidarlos”.

Esa pista llevó a un descubrimiento escalofriante: Mariela estaba en contacto con un hombre llamado Rogelio Duarte, un exsocio de Alonso que había intentado demandarlo años atrás por la ruptura de un negocio. Duarte, según los registros de llamadas, hablaba casi a diario con la sirvienta.

La hipótesis de la policía es que el sedante podría haber sido parte de un plan para secuestrar a los gemelos mientras Alonso estaba de viaje. Al mantenerlos dormidos y controlados, sería más fácil sacarlos de la casa sin llamar la atención.

El propio Alonso declaró:
—No puedo creer que alguien tan cercano a mi familia fuera capaz de esto. Mariela vivía bajo mi techo, comía en mi mesa, y cuidaba a lo que más amo.

Los vecinos describieron a Mariela como una mujer reservada pero amable. Sin embargo, una exempleada de la mansión afirmó que siempre había tenido “una fijación extraña” con los gemelos, hasta el punto de tomar fotos sin permiso y coleccionar objetos que ellos habían usado.

El caso conmocionó a la opinión pública. En redes sociales, el hashtag #GemelosRivas se volvió tendencia. Algunos usuarios pedían castigos ejemplares para Mariela y Duarte, mientras otros se preguntaban cuántas historias similares podrían estar ocultas tras las paredes de mansiones aparentemente seguras.

En el hospital, los niños se recuperaron sin secuelas graves, aunque necesitaron varios días de observación. Alonso no se separó de ellos ni un segundo. La imagen del magnate, normalmente frío y reservado, llorando junto a las cunas, dio la vuelta a todos los noticieros.

Mientras tanto, Mariela fue detenida y enfrenta cargos por intento de secuestro, administración de sustancias nocivas y conspiración. Duarte sigue prófugo.

La pregunta que aún flota es: ¿por qué ahora? Algunos expertos creen que Duarte planeaba usar a los gemelos como moneda de cambio en un chantaje millonario contra Alonso. Otros, que se trataba de una venganza personal.

En medio de la tormenta mediática, Alonso decidió instalar un nuevo sistema de seguridad y reducir al mínimo su personal doméstico. “Nunca más dejaré que personas que no sean de mi total confianza se acerquen a mis hijos”, dijo en un comunicado.

El caso sigue abierto, y las autoridades han advertido que podría haber más implicados. Por ahora, lo único cierto es que un regreso inesperado salvó la vida de dos niños y destapó un plan tan frío como calculado.

Porque, como dijo uno de los investigadores:
—Si el señor Rivas hubiera llegado una hora más tarde, esta historia tendría un final muy diferente.