“Le regaló el anillo de bodas de su esposa a la amante, pero la macabra sorpresa que descubrió en plena noche lo dejó aterrorizado y arrepentido”

El día en que Martín decidió regalarle a su amante el anillo de bodas de su esposa Lucía, jamás imaginó que esa decisión desencadenaría la noche más escalofriante de su vida. Martín llevaba años casado con Lucía, pero últimamente su relación se había tornado fría y distante. Buscando emociones nuevas, Martín inició una relación clandestina con Sofía, una joven encantadora que despertó en él la pasión perdida.

Una tarde, Martín discutió fuertemente con Lucía y, lleno de ira y despecho, tomó el anillo matrimonial que su esposa guardaba con especial cariño en su joyero. Sin pensarlo dos veces, decidió llevarlo a Sofía como prueba definitiva de amor, pensando ingenuamente que eso sellaría su secreto romance.

Sofía, sorprendida y feliz, aceptó el regalo. Martín sintió una extraña satisfacción, sin sospechar que la tranquilidad que sentía sería corta y efímera. Esa misma noche, una inquietante sensación se apoderó de él mientras regresaba a casa, una extraña ansiedad que lo hizo acelerar el paso sin motivo aparente.

Al llegar, encontró la puerta ligeramente entreabierta. Su corazón comenzó a latir más rápido al notar una penumbra extraña en la casa, un silencio frío que parecía advertirle que algo no estaba bien. Llamó a Lucía varias veces, pero no obtuvo respuesta. Al entrar al dormitorio, lo que vio lo dejó sin aliento: el joyero de Lucía abierto, vacío por completo, y al lado una nota escrita con letras rojas: “Me quitaste lo único que amaba, ahora te quitaré lo único que amas tú”.

Aterrorizado y confundido, Martín salió corriendo desesperadamente hacia el apartamento de Sofía, temiendo lo peor. Su mente se inundaba de pensamientos oscuros, incapaz de entender lo que estaba sucediendo. Al llegar al apartamento de su amante, tocó desesperadamente la puerta, gritando su nombre, pero nadie respondía.

Forzó la entrada y, al ingresar, quedó paralizado por la escena macabra frente a él: Sofía estaba sentada en la mesa del comedor, inmóvil, pálida como una estatua, mirando fijamente el anillo que Martín le había regalado. En su rostro, lágrimas secas revelaban que había llorado hasta su último aliento. Martín se acercó lentamente y, al tocarla, descubrió con horror que estaba muerta.

La policía llegó minutos después, alertada por los vecinos que escucharon los gritos desgarradores de Martín. Durante el interrogatorio, Martín insistía desesperadamente que había sido Lucía, pero cuando las autoridades revisaron las cámaras de seguridad del edificio, una revelación inquietante salió a la luz: Sofía había recibido una visita horas antes, pero no era Lucía, sino una figura desconocida vestida completamente de negro.

Martín quedó desconcertado. ¿Quién era esta figura misteriosa? ¿Dónde estaba Lucía? Mientras tanto, la policía emitió una alerta para localizarla. Martín, hundido en culpa y arrepentimiento, no podía quitarse la imagen de la nota amenazante y la horrible escena encontrada en el apartamento.

Semanas después, aún atormentado por los eventos y sin respuestas claras, Martín decidió regresar a la casa donde vivió con Lucía en busca de pistas que aclararan lo sucedido. Al entrar nuevamente al dormitorio, algo llamó su atención: el espejo frente a la cama mostraba unas marcas que parecían letras. Al acercarse, distinguió claramente un mensaje escrito desde el otro lado: “Ahora entiendes el dolor”.

En ese momento, Martín sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Giró bruscamente y vio a Lucía parada en el umbral de la puerta, pálida, delgada, con la mirada vacía y perturbadora. “¿Lucía?”, murmuró tembloroso. Ella, sin decir palabra, extendió la mano mostrando el anillo matrimonial ensangrentado.

“¿Qué has hecho?”, gritó él desesperado, intentando acercarse a ella, pero Lucía simplemente retrocedió lentamente hasta desvanecerse en las sombras del pasillo. Martín comprendió entonces que había desatado algo mucho más oscuro que una simple venganza: había liberado fuerzas que no podía comprender.

Nunca más se supo de Lucía. Martín quedó atrapado en una eterna pesadilla, cuestionando su cordura y viviendo perseguido por aquella macabra noche en que un acto impulsivo de traición lo condenó para siempre.

Desde entonces, nadie en la ciudad olvidó aquella historia: la perturbadora noche en que un esposo desleal entregó el anillo matrimonial de su esposa a su amante, sin sospechar que ese simple acto de traición abriría la puerta a un terror inimaginable.