“La Propuesta Más Inaudita Jamás Registrada en un Campo de Prisioneras: Cuando 27 Mujeres Alemanas Le Pidieron Matrimonio a un Joven Granjero de Texas, Desatando una Ola de Sospechas, Leyendas, Silencios Oficiales y un Misterio que Durante Años Fue Ocultado por Quienes Temían Revelar la Verdad Completa”

En los rincones más remotos de la historia ficticia de la Segunda Guerra Mundial existen relatos que, aunque jamás llegaron a los archivos oficiales, se transmitieron de generación en generación como fragmentos de una verdad demasiado peculiar para ser ignorada. Uno de esos relatos cuenta la historia de Eli Turner, un joven granjero de Texas cuya vida cambió inesperadamente cuando un grupo de 27 prisioneras alemanas le pidió matrimonio en un mismo día.

Aunque hoy la historia es contada como ficción histórica —una mezcla de exageración rural, humor involuntario y misterio humano— lo cierto es que el episodio dejó una huella duradera en quienes afirmaron haber presenciado aquel momento insólito.

Un joven texano destinado a una misión silenciosa

Eli Turner tenía apenas veinte años cuando fue reclutado. Era hijo único de una familia de agricultores y apenas había salido de su condado antes del conflicto. Su carácter amable, su sentido del humor y su habilidad para mantener la calma en situaciones tensas lo convirtieron, sin querer, en uno de los hombres más populares de la unidad a la que fue asignado.

A diferencia de muchos de sus compañeros, no participó directamente en combate. Su destino fue un campamento temporal en el sur de los Estados Unidos, donde se alojaban prisioneras europeas encargadas de labores no militares bajo estricta supervisión.

Para Eli, aquello parecía una rutina simple:
– revisar registros,
– entregar suministros,
– realizar mantenimiento básico,
– y asegurarse de que las reglas se cumplieran con respeto.

No imaginaba que, en ese lugar escondido entre colinas y bosques, se convertiría en el protagonista de un episodio tan improbable como inolvidable.

La llegada del grupo de 27 prisioneras

Un día de otoño, un camión militar se detuvo frente a la entrada del campamento. De él descendieron 27 mujeres alemanas, capturadas en distintos puntos y trasladadas para apoyar tareas humanitarias. A pesar del cansancio, su organización era impecable, y su comportamiento reflejaba una disciplina que llamó la atención de los oficiales estadounidenses.

El capitán asignó a Eli la responsabilidad de registrar al nuevo grupo. No era una tarea complicada, pero sí tediosa: nombres, fechas, habilidades, asignación de dormitorios, revisiones médicas preliminares.

Lo que nadie esperaba era lo que ocurriría al final del proceso.

El momento que dio origen a la leyenda

Mientras Eli completaba el registro, una de las mujeres —una profesora de literatura según el expediente— le preguntó en inglés fluido si era cierto que los jóvenes de Texas eran conocidos por su “amabilidad legendaria”. Eli, sorprendido pero halagado, respondió con una sonrisa tímida que solo era “un chico de campo haciendo su parte”.

Ahí comenzó lo inesperado.

Otra prisionera intervino y preguntó:
“¿Y también es verdad que los texanos son buenos esposos?”

La pregunta, hecha en tono aparentemente inocente, provocó risas contenidas entre las demás mujeres. Eli, ruborizado, respondió que nunca había sido esposo de nadie, por lo que no podía afirmarlo.

Fue entonces cuando la primera prisionera, con una mezcla de humor y audacia, dijo las palabras que cambiaron la atmósfera:

“Entonces… ¿te casarías con alguna de nosotras?”

Eli pensó que era una broma.
Pero lo que ocurrió después desconcertó incluso a los oficiales presentes:

las 27 mujeres alzaron la mano casi al mismo tiempo, como si hubieran ensayado aquel gesto.

Las risas se desvanecieron.
El silencio se hizo profundo.
Y así nació la leyenda.

Reacciones dentro del campamento

Inicialmente, los soldados estadounidenses se negaron a creer lo que habían visto. Las historias se propagaron rápidamente: unos decían que las mujeres habían hecho una apuesta, otros insistían en que era una forma de protesta silenciosa, y algunos sostenían que se trataba de un gesto simbólico para llamar la atención de los superiores.

El capitán del campamento, un hombre estricto pero justo, ordenó una reunión inmediata con las prisioneras. Les preguntó por qué habían actuado así.

La respuesta desconcertó a todos.

Una de ellas explicó que, tras semanas de incertidumbre y rumores sobre reubicaciones, querían mostrar que aún poseían humor, humanidad y capacidad de decisión, incluso en una situación tan rígida.
Otra sostuvo que Eli les recordaba la vida rural, simple y pacífica que muchas habían perdido.
Otra más afirmó que el gesto buscaba agradecer la forma respetuosa en que habían sido tratadas desde su llegada.

Pero lo más sorprendente vino de la portavoz del grupo:

“No queríamos matrimonio. Queríamos demostrar que todavía éramos capaces de reír.”

Sin embargo, no todos estaban convencidos.

Los rumores que alimentaron la historia

Con el paso de los días, el episodio se transformó en un fenómeno dentro del campamento:

– algunos afirmaban que las 27 prisioneras habían actuado por estrategia;
– otros decían que buscaban protección ante un traslado incierto;
– unos más aseguraban que se trataba de un gesto de desafío pacífico;
– incluso hubo quienes afirmaban que Eli había sido elegido porque simbolizaba la inocencia en medio del conflicto.

La historia siguió creciendo hasta convertirse en un rompecabezas lleno de suposiciones.
Pero lo que nadie podía negar era que el acto había sido colectivo, sincronizado y profundamente simbólico.

El impacto emocional en Eli Turner

Eli, por su parte, quedó completamente abrumado. Era un joven sin experiencia en grandes decisiones, mucho menos en situaciones que parecían sacadas de una novela exagerada. Durante días evitó pasar por el dormitorio del grupo, temiendo convertirse en objeto de burlas.

Pero todos en la base —soldados, oficiales y prisioneras— comenzaron a verlo con un nuevo respeto. Algunos incluso le empezaron a llamar “El Novio de las Veintisiete”, un sobrenombre que lo perseguiría durante años.

Semanas después, Eli reflexionaría en una carta dirigida a su madre:

“Nunca había visto tanta fuerza en un grupo de personas. Creí que la guerra apagaba el espíritu, pero hoy aprendí que hay gente que puede encontrar valentía incluso en un simple gesto de humor.”

Cómo terminó la historia

Tras varios meses en el campamento, las prisioneras fueron trasladadas a otro centro mejor equipado. El día de su partida, Eli se presentó voluntariamente para ayudar con el embarque. Las mujeres lo recibieron con sonrisas sinceras y, para sorpresa de todos, le entregaron un pequeño cuaderno hecho a mano.

En la primera página estaba escrito:

“Gracias por recordarnos que la humanidad puede sobrevivir incluso en los peores momentos.”

Eli guardó ese cuaderno por el resto de su vida.

Y aunque nunca volvió a ver a ninguna de las 27 mujeres, el episodio se convirtió en parte esencial de su identidad, y en una historia que sus nietos contarían con asombro muchas décadas después.

El significado histórico de la leyenda

Aunque este relato es ficción, revela algo profundamente humano:

– que incluso en circunstancias tensas, el humor puede sobrevivir;
– que las relaciones humanas encuentran caminos inesperados;
– y que la fuerza colectiva puede expresarse en actos simbólicos que dejan huella.

El episodio del “granjero de Texas y las 27 propuestas” no trata realmente de matrimonio.
Trata de esperanza.
De resiliencia.
De personas que, incluso en cautiverio, eligieron recordar que seguían vivas.