Federico Córdoba: El alma que lo dio todo por Las Voces de Orán… y fue traicionado en silencio

Federico Córdoba no solo fue una voz, ni un músico más del folklore argentino. Fue el alma, el corazón y el motor detrás de uno de los grupos más emblemáticos del noroeste argentino: Las Voces de Orán. Su figura era admirada, su presencia imponía respeto, y su talento no conocía límites.

Pero detrás de cada ovación, de cada zamba cantada en festivales, y de cada aplauso eufórico, se escondía una historia jamás contada. Una historia de sacrificios extremos, de amores rotos, traiciones silenciosas y decisiones que lo llevaron al límite emocional.

Hoy, a través de voces cercanas, documentos inéditos y testimonios estremecedores, reconstruimos la otra cara del ícono salteño: la del hombre que lo dio todo por su grupo… y que al final fue dejado solo, sin micrófono ni escenario.


El origen de una leyenda

Federico Córdoba nació con la música en la sangre. Desde niño, en su Orán natal, se lo podía ver con una guitarra más grande que él, improvisando coplas o aprendiendo chacareras con su abuelo. A los 16 años ya integraba conjuntos locales, y a los 20 fundaba junto a otros soñadores Las Voces de Orán, sin saber que estaban escribiendo el primer capítulo de una leyenda del folklore argentino.

Rápidamente el grupo se volvió referente. Su estilo, su fuerza y su conexión con el público fueron inmediatos. Pero, detrás del éxito, Córdoba ya cargaba con todo el peso de las decisiones, de los compromisos, de las deudas económicas para pagar viajes y estudios de grabación, y con una presión que no todos los integrantes estaban dispuestos a asumir.


“Sin Federico, no hay Voces” — Pero no todos pensaban igual

Así lo aseguraban muchos fanáticos que lo seguían en festivales, peñas y giras. Su voz grave, firme, sus solos instrumentales y su liderazgo escénico lo convirtieron en el rostro y la bandera del grupo.

Sin embargo, en los pasillos del folklore, ya se murmuraban diferencias internas, celos profesionales y disputas por el protagonismo.

Una fuente cercana al entorno del grupo revela:

“Federico era exigente. No soportaba la mediocridad. Siempre quería mejorar. Y eso molestó. Algunos se sintieron opacados por su brillo”.

Los roces se volvieron más fuertes cuando el grupo comenzó a negociar contratos con discográficas nacionales. Cierta noche, tras una actuación en Cosquín, hubo una fuerte discusión en camarines. Testigos aseguran que volaron insultos, amenazas de renuncia y acusaciones de “traición”.


Un secreto que lo marcó para siempre

En 2009, Federico desapareció de los escenarios por varios meses. Oficialmente se habló de un “descanso personal”, pero la verdad era mucho más oscura. Un problema de salud que estuvo a punto de costarle la vida y que muy pocos conocen: un colapso nervioso que derivó en una internación psiquiátrica breve, causada por el estrés, el agotamiento emocional y una profunda decepción familiar.

“Se sintió traicionado por los que más amaba. No solo a nivel artístico. Su círculo íntimo lo dejó solo cuando más los necesitaba”, afirma una persona cercana a Córdoba.

Durante ese tiempo, el grupo continuó presentándose sin él, bajo el mismo nombre, lo que para muchos fue una puñalada por la espalda. “Imaginate fundar algo, darle tu vida, y que sigan sin vos como si nada. Eso lo mató en vida”, confiesa un músico amigo.


El regreso… y el desprecio

Años después, Federico volvió a los escenarios, pero ya nada era igual. Intentó reunirse con algunos excompañeros. Quiso reconstruir su legado. Pero encontró puertas cerradas, llamados sin respuesta y un público que empezaba a olvidarlo.

Dolido, escribió una serie de cartas que jamás publicó, pero que hoy, gracias a su familia, comienzan a salir a la luz. En una de ellas se lee:

“Di mi voz, mi salud, mi juventud, y mi tiempo. Solo pedía respeto. Me devolvieron silencio y olvido.”


La última gira: una despedida disfrazada de homenaje

En 2017, Federico fue invitado a una gira por el norte argentino. Lo presentaron como “invitado especial”, pero para él fue una despedida camuflada. Sabía que su cuerpo ya no resistía giras largas, y que el público apenas recordaba quién era.

Al final de cada show, los aplausos eran tímidos. Algunos sí lo reconocían, lo abrazaban con lágrimas. Pero otros apenas sabían su nombre. “Fue como asistir a mi propio funeral en vida”, le confesó a un colega.


El legado de un olvidado

Federico Córdoba falleció en 2019, en silencio. Sin homenajes oficiales, sin discos tributo, sin programas especiales. Solo unos pocos músicos le dedicaron palabras sentidas en redes sociales.

Pero su historia no terminó ahí.

Hoy, un grupo de jóvenes folcloristas prepara un documental independiente titulado “El Alma que Canta”, donde recopilan audios inéditos, fotos, entrevistas y canciones jamás publicadas. El objetivo: rescatar la figura de un hombre que lo dio todo, y que fue “devorado por el sistema que ayudó a construir”.


Conclusión: ¿Qué se esconde tras el brillo de los escenarios?

La historia de Federico Córdoba no es solo la de un músico. Es la de muchos artistas que entregan cuerpo y alma a su pasión, y terminan pagando el precio del olvido. Es la historia del ego, del poder, del desgaste emocional, y del dolor que puede ocultarse detrás de una zamba alegre.

Federico no murió cuando su cuerpo se apagó. Murió cuando los suyos decidieron que ya no era necesario. Cuando las luces se apagaron para él, pero el espectáculo siguió. Hoy, gracias a quienes aún creen en su legado, su voz vuelve a sonar. No desde un escenario… sino desde la verdad.