“A sus 82 años, el legendario sonero venezolano Oscar D’León rompe el silencio y finalmente admite lo que durante décadas todos sospechaban. Con una mezcla de emoción, humildad y verdad, el ‘Diablo de la Salsa’ confiesa el secreto mejor guardado de su vida artística y personal. Sus palabras, cargadas de nostalgia y sabiduría, conmueven al mundo de la música latina y revelan el lado más humano detrás del eterno ritmo que nunca se apaga.”

Durante más de cinco décadas, Oscar D’León ha sido sinónimo de energía, ritmo y alegría. Su voz inconfundible y su sonrisa amplia lo convirtieron en un símbolo de la salsa y en un embajador de Venezuela ante el mundo.
Pero ahora, a sus 82 años, el “Sonero del Mundo” ha sorprendido al público con una confesión inesperada, una verdad que muchos sospechaban pero que él nunca había confirmado.

En una entrevista exclusiva realizada en su casa en Caracas, el cantante habló de su vida con una serenidad que solo otorgan los años.
Lo que dijo no fue un escándalo ni una polémica: fue una revelación profundamente humana y conmovedora.

“Después de tantos años de escenario, de aplausos y luces, me di cuenta de que mi mayor triunfo no fue la fama, sino haber aprendido a perdonar… y a perdonarme.”


El hombre detrás del ritmo

Oscar D’León no necesita presentación. Desde sus inicios como taxista en Caracas hasta convertirse en uno de los artistas más respetados de la música latina, su historia es un ejemplo de perseverancia, talento y pasión.

“Yo no nací en un estudio de grabación, nací en la calle. Ahí aprendí a cantar, a trabajar y a entender la vida.”

A lo largo de su carrera, ha compartido escenario con gigantes de la música: Celia Cruz, Rubén Blades, Willie Colón, Tito Puente, entre muchos otros.
Sin embargo, detrás del artista exuberante que hacía vibrar a los escenarios, se escondía un hombre que, en sus propias palabras, aprendió a convivir con la soledad.

“Cuando se apagan las luces y te quedas solo en el camerino, es cuando descubres quién eres de verdad.”


La confesión que nadie esperaba

Durante la conversación, Oscar fue directo al punto.

“Por años la gente creyó que yo era un hombre que no conocía la tristeza. Pero la verdad es que hubo noches en las que lloré sin saber por qué.”

El periodista le preguntó si su confesión estaba relacionada con algún arrepentimiento.
Oscar sonrió, bajó la mirada y respondió:

“Sí… me arrepiento de haberle dado más tiempo a la fama que a la vida.”

Esa fue la primera vez que el cantante habló abiertamente sobre lo que muchos sospechaban: que detrás del éxito y las giras interminables, hubo sacrificios que lo marcaron profundamente.

“Por mucho tiempo pensé que el amor se podía dejar en pausa, que los hijos esperaban, que la vida podía detenerse mientras tú trabajas. Y no es así.”


La familia: su mayor lección

Oscar D’León admitió que su carrera le costó momentos que jamás podrá recuperar.

“Cuando mis hijos crecían, yo estaba en un avión, en un escenario o en un hotel. Estaba presente en las canciones, pero ausente en la vida.”

Aun así, aseguró que el tiempo le dio la oportunidad de reconciliarse con su familia.

“Ellos entendieron que no era falta de amor, sino ignorancia. Uno cree que está haciendo lo correcto, y cuando te das cuenta, ya pasó una vida.”

La emoción fue evidente cuando habló de su madre, a quien siempre ha considerado su ángel guardián.

“Si estoy aquí, es por ella. Cuando no tenía nada, ella me dio todo, incluso su fe.”


El amor y la música: sus dos refugios

Cuando el entrevistador le preguntó si había un amor que todavía lo marcaba, Oscar rió con esa chispa caribeña que nunca perdió.

“He amado mucho y me han amado también, pero la música… esa sí nunca me ha fallado.”

Sin embargo, también reconoció que su gran pasión fue, muchas veces, su mayor condena.

“Cuando vives para cantar, terminas cantando para vivir. Y hay una diferencia muy grande.”

D’León confesó que hubo momentos en los que pensó en dejarlo todo, especialmente después de sufrir pérdidas personales y problemas de salud.

“Cuando el cuerpo se cansa, el alma empieza a hablar. Y me dijo: ‘Detente, escucha, vuelve a ti mismo’.”


El secreto que todos sospechaban

Lo que todos los fans habían intuido durante años fue finalmente confirmado por el propio artista: Oscar D’León nunca vivió para la fama, sino para el mensaje que llevaba en su música.

“La gente siempre me preguntó si soñaba con ser rico o famoso. No. Yo soñaba con ver a la gente feliz, bailando, olvidando por un momento sus problemas. Ese fue mi verdadero propósito.”

El cantante explicó que, detrás de cada presentación, lo que realmente buscaba era conectar con el público a un nivel humano.

“Yo no canto para que me aplaudan, canto para que me sientan.”

Sus palabras resonaron con una profundidad inesperada. Muchos de los presentes en la entrevista no pudieron evitar las lágrimas.


“No soy un santo, soy un sobreviviente”

En uno de los momentos más sinceros, Oscar reflexionó sobre su edad, su legado y el paso del tiempo.

“No soy un santo, soy un sobreviviente. He cometido errores, he perdido cosas valiosas, pero sigo aquí, con la voz y el alma intactas.”

Reconoció que, durante años, sintió miedo de envejecer, hasta que comprendió que cada arruga cuenta una historia y cada cicatriz tiene una canción.

“El público me ve bailando, pero mis rodillas ya no son las mismas. Sin embargo, cuando suena la clave, todo vuelve a nacer.”


Una mirada hacia el pasado

El artista recordó con emoción sus primeros años en Caracas, cuando cantaba en los bares de La Guaira por unas monedas.

“Nunca imaginé llegar tan lejos. Lo mío era el taxi, no los escenarios. Pero Dios tenía otros planes.”

Con orgullo, mencionó que nunca olvidó sus raíces.

“Siempre que canto, lo hago pensando en la gente que sueña, en el trabajador que llega cansado, en la madre que cocina y canta para olvidar sus penas.”


Un mensaje para las nuevas generaciones

A lo largo de la entrevista, Oscar aprovechó para dejar un mensaje a los jóvenes artistas.

“No corran detrás del éxito. Corran detrás del propósito. La fama pasa, el alma no.”

Con su característico humor, agregó:

“Y no se crean sus propias mentiras. Uno empieza a morir cuando deja de ser honesto consigo mismo.”

Sus palabras fueron recibidas como una lección de vida, no solo para músicos, sino para cualquiera que haya perseguido un sueño hasta perderse en el camino.


El legado del Sonero del Mundo

Hoy, Oscar D’León sigue cantando, aunque con menos frecuencia. Sus presentaciones se han convertido en celebraciones de vida más que en espectáculos.

“Cantar a esta edad es un regalo. Cada aplauso me recuerda que valió la pena todo.”

Cuando le preguntaron cómo le gustaría ser recordado, su respuesta fue sencilla, pero poderosa:

“Como un hombre que hizo de la alegría su bandera.”

Y con una sonrisa, añadió:

“Si cuando me vaya la gente sigue bailando mis canciones, entonces no me habré ido del todo.”


Epílogo: la verdad que libera

La confesión de Oscar D’León no fue una sorpresa escandalosa, sino una verdad que el corazón ya intuía.
A sus 82 años, el sonero ha demostrado que la mayor fortaleza de un artista no está en su voz, sino en su alma.

“He vivido con ritmo, he amado con ritmo, he sufrido con ritmo. Y si algo he aprendido es que el perdón y la música curan cualquier herida.”

Mientras el sol se ponía sobre Caracas, Oscar miró al horizonte y dijo con esa sonrisa que ha conquistado al mundo:

“Yo no vine al mundo a ser perfecto. Vine a dejar huella… y a que la gente siga bailando.”

Y así, entre risas, recuerdos y verdad, el eterno Diablo de la Salsa volvió a demostrar que la música puede ser el mejor testimonio de una vida bien vivida.