“A los 47 años, Alberto Del Río sorprendió a todos con una confesión brutal: reveló públicamente los nombres de cinco personas a las que más odia. Sus palabras, cargadas de rencor, recuerdos amargos y acusaciones directas, sacudieron tanto al mundo de la lucha libre como a su vida personal. Nadie esperaba semejante declaración, y lo que dijo encendió un debate que no parece terminar.”

Alberto Del Río, uno de los luchadores más polémicos y carismáticos de la lucha libre mexicana e internacional, no solo es recordado por sus títulos y rivalidades sobre el ring, sino también por su carácter fuerte, su sinceridad brutal y sus constantes escándalos fuera de las cámaras. A lo largo de su carrera, acumuló éxitos y polémicas a partes iguales. Sin embargo, a los 47 años, decidió abrir un capítulo que nadie esperaba: nombrar a las cinco personas a las que más odia.

La revelación ocurrió durante una entrevista en la que, sin rodeos, se le preguntó por sus verdaderos enemigos, aquellos con los que jamás podría reconciliarse. Alberto, con la seguridad que siempre lo ha caracterizado, no titubeó en responder. Y lo que dijo dejó a todos impactados.

El primer nombre en su lista fue el de un rival histórico en el ring. Según Del Río, esa persona no solo fue un competidor, sino alguien que intentó destruirlo también fuera del cuadrilátero. “No me bastó con pelear contra él arriba del ring, porque abajo intentó cerrarme puertas y hablar mal de mí en cada oportunidad”, confesó. Sus palabras reavivaron una rivalidad que parecía dormida, pero que con esa declaración volvió a encenderse.

El segundo nombre apuntó directamente a un empresario de la lucha libre con el que tuvo serias diferencias contractuales. Según Alberto, esa persona lo trató como un producto desechable, lo utilizó en su mejor momento y luego lo dejó de lado sin reconocer su trayectoria ni aportaciones. “Es alguien que representa todo lo malo de esta industria: la explotación y la falta de respeto hacia los luchadores”, declaró con contundencia.

El tercer nombre sorprendió aún más. Se trataba de una figura pública, ajena al mundo de la lucha, pero cercana a su vida personal. Del Río habló de traiciones, de promesas incumplidas y de un vínculo roto que lo marcó profundamente. No dio demasiados detalles, pero dejó claro que esa persona había jugado un papel oscuro en su vida.

El cuarto nombre fue quizás el más doloroso para él. Alberto mencionó a alguien con quien alguna vez tuvo una relación estrecha, pero que terminó en una ruptura llena de resentimientos. Habló de traición, de engaños y de heridas imposibles de perdonar. “No hay odio más grande que el que se siente hacia alguien que alguna vez amaste y confiaste”, dijo con los ojos encendidos.

Finalmente, el quinto nombre cerró su lista con un impacto devastador. Señaló a una figura de la industria internacional que, según él, no solo lo menospreció, sino que lo humilló públicamente en varias ocasiones. Alberto recordó episodios concretos en los que sintió que intentaban destruirlo tanto en lo profesional como en lo personal.

Las declaraciones no tardaron en generar un terremoto mediático. Los fanáticos comenzaron a especular sobre los nombres mencionados, algunos fácilmente identificables por las pistas dadas, y otros envueltos en misterio. Las redes sociales ardieron con debates, teorías y mensajes de apoyo o de crítica. Mientras algunos lo aplaudían por su valentía al decir lo que sentía, otros lo acusaban de avivar rencores y buscar polémica.

Lo cierto es que Alberto Del Río, fiel a su estilo, no buscaba la aprobación de nadie. “Ya no tengo miedo de decir la verdad —declaró—. A mi edad, no quiero callar nada. El odio también es parte de mi historia, y quiero que el mundo sepa quién me marcó de esa manera.”

La reacción de los mencionados no se hizo esperar. Uno de ellos respondió en redes sociales con ironía, asegurando que Del Río “vive del drama”. Otro guardó silencio absoluto, mientras que un tercero aseguró que “la verdad siempre tiene dos versiones”. Lo que parecía una confesión íntima se convirtió en un espectáculo mediático digno de los titulares más explosivos.

Más allá de la polémica, la declaración de Del Río abre una reflexión sobre la delgada línea entre el espectáculo y la vida personal. La lucha libre, un mundo lleno de personajes y rivalidades ficticias, muchas veces se mezcla con los odios reales que trascienden el ring. Y Alberto, con su sinceridad brutal, demostró que en su caso la ficción y la realidad se funden hasta volverse inseparables.

A los 47 años, Del Río parece decidido a contar su verdad, aunque duela, aunque divida opiniones y aunque lo exponga a nuevas críticas. Sus palabras no solo revelan enemistades, sino también una vida marcada por traiciones, resentimientos y heridas que aún no cierran.

Quizá lo más impactante de todo no sean los nombres en sí, sino la valentía con la que los pronunció, sin filtros y sin miedo a las consecuencias. Alberto Del Río, el hombre que en el ring siempre se mostró invencible, reveló que fuera de él también ha librado batallas feroces, y que algunas cicatrices jamás se borran.

Y así, con esa lista cargada de dolor y rencor, dejó en claro que el odio, al igual que la gloria, también forma parte de su legado.