“A los 33 años, Rosalía sorprendió al mundo al revelar, en una entrevista íntima y profundamente emocional, los nombres de cinco personas que influyeron decisivamente en su camino y que dejaron heridas que nunca logró cerrar del todo; su confesión, inesperada y llena de matices, generó una ola de curiosidad al mostrar una faceta suya que pocos conocían.”

La casa donde se realizó la entrevista estaba decorada con muebles minimalistas, luz cálida y un silencio que invitaba a hablar desde el corazón. Allí, sentada con una serenidad que contrastaba con la intensidad de su mirada, estaba Rosalía, una figura que había logrado transformar el panorama musical con un estilo único y una presencia que no dejaba indiferente a nadie.

Pero esa tarde no estaba allí para hablar de éxitos, premios o colaboraciones virales.
Estaba allí para hablar de algo que había guardado durante años: las cinco personas que dejaron huellas tan profundas que aún no había conseguido perdonar del todo.

La periodista, consciente de lo delicado del tema, comenzó con cuidado.

—Rosalía, cumplir treinta y tres años es un momento importante. ¿Por qué elegir ahora hablar de esto?

La artista respiró profundamente.

—Porque estoy creciendo —respondió con honestidad—. Y porque entendí que no puedo avanzar si sigo arrastrando silencios.
Miró hacia la ventana.

—No lo hago por rencor. Lo hago por liberarme.

La periodista esperó sin interrumpir.


—La primera persona —comenzó Rosalía— fue una profesora de música. Tuve muchas personas maravillosas enseñándome, pero ella… ella no creía en mí. Me decía que mi voz era “demasiado diferente”, que nadie querría escucharme.
Sonrió, con un gesto más triste que victorioso.
—No la perdono por el daño que sus palabras me hicieron. Pero tampoco olvido que me dieron fuerzas para demostrar que lo diferente también es poderoso.


La segunda figura emergió con un dejo de nostalgia.

—La segunda persona fue una amiga muy cercana. Crecimos juntas, soñamos juntas… pero cuando mi carrera empezó a despegar, se alejó. No porque yo cambiara… sino porque los caminos tomaron velocidades distintas.
Rosalía se mordió el labio, conteniendo emociones.
—No la perdono por no haber hablado conmigo antes de desaparecer. Pero guardo con cariño lo que compartimos.


La tercera historia fue más compleja.

—La tercera fue alguien que trabajó conmigo durante un tiempo. No diré nombres, porque no se trata de exponer a nadie. Pero es una persona que me presionó más de la cuenta, que no respetó mis límites emocionales.
Miró al suelo un instante.
—No la perdono por no ver a la persona detrás del proyecto. Pero aprendí a poner límites gracias a esa experiencia.


La cuarta revelación vino acompañada de un suspiro largo.

—La cuarta es alguien a quien quise muchísimo. Un amor que llegó como un huracán. Intenso, bello… pero también lleno de silencios que dolían.
Tomó un sorbo de agua antes de continuar.
—No lo perdono porque no supo cuidar lo que teníamos. Pero sí agradezco que me enseñara a amar sin miedo. A veces lo importante no es cuánto dura algo… sino cuánto transforma.


La periodista, sin poder evitar la curiosidad, preguntó:

—Y la quinta persona… ¿quién es?

Rosalía levantó la vista. Sus ojos brillaban con una mezcla de vulnerabilidad y madurez.

—La quinta soy yo —dijo con una sinceridad desarmante.

El silencio en la sala se volvió denso.

—Me cuesta perdonarme —continuó— por las veces que me exigí demasiado, por las veces que no me cuidé, por las veces que intenté ser todo para todos… menos para mí.
Se tocó el pecho con suavidad.
—No me perdono por haber dudado tanto de mi voz, de mi valor, de mi intuición.

La periodista tragó saliva, conmovida.

—¿Crees que algún día podrás perdonarte?

Rosalía sonrió con una luz distinta.

—Estoy aprendiendo.
Hizo una pequeña pausa, dejando reposar sus pensamientos.
—A veces creemos que perdonar es un acto hacia otros… pero en realidad empieza aquí dentro. Es un proceso. No un final.


La entrevista tomó un giro profundamente humano.
Hablaron sobre familia, sobre arte, sobre el peso de la fama y la soledad que a veces acompaña a los grandes éxitos. Rosalía compartió reflexiones que no se encuentran en sus canciones ni en las redes sociales.

—Creo —dijo ella— que no está mal reconocer que algunas heridas siguen abiertas. No porque queramos vivir en el pasado, sino porque estamos aprendiendo a cerrarlas con amor propio.


La periodista preguntó:

—¿Qué esperas que la gente entienda tras esta entrevista?

Rosalía se acomodó el cabello detrás de la oreja.

—Que nadie, absolutamente nadie, llega lejos sin cicatrices. Y que no necesitas perdonar a todos para sanar… solo necesitas entenderte, aceptarte y seguir caminando.


La conversación terminó con un aplauso tímido del equipo detrás de cámaras.
No porque buscara espectáculo… sino porque habían sido testigos de algo real, honesto, humano.

Al publicarse la entrevista, los titulares estallaron:

“Rosalía revela las historias que marcaron su vida.”
“La artista habla como nunca antes sobre dolor, crecimiento y perdón.”

Pero más allá del ruido mediático, lo que quedó fue la sensación de haber visto a una mujer que, a sus treinta y tres años, entendía que la fortaleza no está en no romperse… sino en ser capaz de reconstruirse.