🔴 Testamento político y personal: López Mateos confiesa en sus últimos días lo que ocultó sobre Nelly Montiel, revelando un vínculo íntimo y un escándalo soterrado que involucró a empresarios, espías y figuras del gabinete; describe maniobras, documentos clasificados y diálogos que nunca llegaron a la prensa, dejando claro que su silencio fue estrategia y que su confesión reescribe capítulos incómodos del poder en México.

La habitación estaba en penumbra. Afuera, el sonido de pasos discretos y el tintinear de cubiertos indicaban que la casa seguía viva, aunque el hombre que yacía en la cama parecía estar ya más allá del tiempo. Adolfo López Mateos, expresidente de México, pidió papel y pluma. “Es hora de decir lo que nunca dije”, murmuró. Sus asistentes más cercanos entendieron que no era un simple dictado: era una confesión.

La carta que no llegó a la prensa

“Sobre Nelly Montiel…”, escribió con trazo tembloroso. El nombre no se mencionaba en documentos oficiales. Nunca estuvo en las páginas de los informes presidenciales. Pero en las memorias no publicadas del mandatario, aparecía como una figura constante. “Fue más que una amiga —anotó—, fue testigo y cómplice de momentos decisivos que no podían trascender en su momento.”

Según su relato, Nelly Montiel había sido una mujer de fuerte presencia en los círculos culturales y políticos de mediados de los años sesenta. Su cercanía al presidente no solo se debía a simpatías personales, sino a un entendimiento tácito: ella conocía detalles de negociaciones delicadas con empresarios extranjeros, y él valoraba su capacidad para leer el ambiente político y social.

El origen del vínculo

López Mateos recordaba haberla conocido en un evento de beneficencia en la capital. Entre discursos y brindis, Nelly le comentó, con voz baja y segura, que el proyecto de electrificación que presumía el gobierno enfrentaba riesgos técnicos y financieros no mencionados en público. “No era información casual; era un aviso”, apuntó. Desde entonces, ella se convirtió en una especie de consejera no oficial.

Los encuentros secretos

En la carta, describió reuniones en un pequeño salón privado de Los Pinos, siempre al margen de los ojos de la prensa y del gabinete completo. Allí, Nelly y él discutían no solo proyectos de infraestructura, sino también los movimientos de figuras clave dentro del partido. “Algunas de sus advertencias me evitaron alianzas peligrosas; otras, quizá, me hicieron desconfiar de quien no debía.”

La traición velada

Pero el tono cambió en las páginas siguientes. López Mateos aseguró que, en 1965, descubrió que Nelly mantenía contacto con un empresario del norte, adversario de varios de sus planes económicos. “No sé si fue traición o supervivencia, pero desde ese momento todo se volvió más tenso”, escribió. Según él, no hubo confrontación directa, sino un lento enfriamiento.

El rumor que nunca estalló

En 1966, circularon versiones discretas en ciertos periódicos sobre un “favoritismo presidencial” hacia una mujer vinculada a contratos de obra pública. Nunca se publicó su nombre, pero en la carta López Mateos confirmaba que se trataba de Nelly. “Hubo presión para que rompiera todo lazo con ella; yo me limité a reducir el contacto y protegerla de la exposición.”

El pacto de silencio

Antes de dejar la presidencia, el exmandatario y Nelly habrían pactado no volver a verse ni mencionarse en público. A cambio, él facilitaría que ciertos proyectos culturales que ella impulsaba recibieran apoyo sin que se asociaran directamente con su nombre. “Fue un trato para salvar lo que quedaba de confianza”, relató.

El peso del secreto

Ya enfermo, López Mateos reconocía que cargar con ese capítulo sin contarlo le había provocado más desvelo que algunos de sus mayores conflictos políticos. “En el juego del poder, los enemigos conocidos son fáciles de manejar; los fantasmas del corazón, no.” Sus palabras revelaban una mezcla de nostalgia, arrepentimiento y alivio por finalmente escribirlo.

Lo que queda sin respuesta

La carta, según testigos de su redacción, no incluye pruebas documentales más allá de la narración del expresidente. No hay contratos, fotografías ni grabaciones que respalden su versión. Sin embargo, su testimonio cambia la manera en que se perciben ciertos movimientos políticos de sus últimos años en el cargo.

Reacciones hipotéticas

De haberse publicado en su momento, la confesión habría provocado un terremoto mediático. Vincular a una figura cultural con decisiones de Estado y con supuestos conflictos de interés habría abierto debates sobre el papel de asesores no oficiales y la influencia de relaciones personales en la política nacional. Incluso ahora, imaginada como hallazgo póstumo, la historia plantea más preguntas que respuestas.

Epílogo

López Mateos dejó la carta en un sobre cerrado, marcada con la indicación: “Abrir después de mi muerte”. No sabemos si algún día verá la luz en un archivo histórico o si quedará como anécdota transmitida por quienes estuvieron presentes en esa habitación silenciosa. Lo que sí queda claro es que, para él, confesar ese episodio era una deuda pendiente consigo mismo.

La “impactante verdad” sobre Nelly Montiel, en esta reconstrucción narrativa, no es un escándalo de manual, sino una historia de vínculos humanos que se cruzan con el engranaje del poder. Una trama que mezcla confidencias, sospechas y la eterna tensión entre lo público y lo privado, escrita en tinta temblorosa como quien sabe que sus últimas palabras también serán, de alguna manera, las más libres.