🎸Drama oculto al descubierto: Loquillo vs Sabino Méndez, la historia que nadie contó… hasta hoy

Durante décadas, Loquillo y Sabino Méndez fueron nombres inseparables. El uno con la voz de barítono desafiante y actitud de estrella, el otro con la pluma afilada y el alma de poeta rockero. Juntos, escribieron algunos de los himnos más icónicos del rock español. Pero lo que parecía una sociedad indestructible terminó en silencio, tensión y años de distancia… hasta ahora.

Porque detrás de los riffs y los escenarios, se esconde una historia cargada de egos, excesos, traiciones y heridas abiertas. Una historia que, por primera vez, será contada sin censura.

Capítulo 1: El nacimiento de una leyenda

Era 1980. El rock español buscaba una voz propia y la encontró en un joven de altura imponente y actitud desafiante: José María Sanz, alias Loquillo. Pero para que la actitud tuviera alma, hacía falta algo más. Y ese “algo” era Sabino Méndez.

Letrista, guitarrista y cerebro lírico del grupo, Sabino no solo escribió temas como “Cadillac Solitario” o “Rock and Roll Star”, sino que moldeó el imaginario rebelde y urbano del Loco. Sin él, Loquillo no habría tenido su misma profundidad artística. Y sin Loquillo, Sabino no habría tenido altavoz.

Pero el equilibrio no duró.

Capítulo 2: El ascenso… y los excesos

Los 80 fueron una época dorada para Loquillo y los Trogloditas. Giras, discos de oro, locura juvenil. Pero también fueron años oscuros. Según Sabino ha relatado en su libro Corre, rocker, la banda cayó en un espiral de drogas, tensiones internas y egos inflamados.

“No me fui del grupo, me echaron. No a la cara, pero el ambiente se volvió tóxico”, escribió Sabino.

En entrevistas posteriores, Sabino ha contado que se sintió marginado, ignorado, como si su papel de letrista hubiera sido olvidado a propósito. “Loquillo quería ser más que el cantante. Quería ser el dueño de todo.”

Capítulo 3: El quiebre final

La ruptura se concretó en 1993. Sabino Méndez abandonó —o fue empujado a abandonar— la banda. La versión oficial fue que “quería centrarse en su salud y dejar los excesos atrás”. La versión real es más amarga.

“Yo era el que escribía las canciones. Pero en algún punto, pasé de ser el socio creativo a ser un problema.”

El quiebre fue tan fuerte que no se volvieron a hablar en más de una década. Loquillo siguió su carrera con otros colaboradores, mientras Sabino se retiró de los escenarios, se rehabilitó, estudió filosofía y se convirtió en escritor.

Durante años, ambos evitaban mencionarse públicamente. Pero en el ambiente del rock español, todos sabían que el drama seguía latente.

Capítulo 4: Reencuentro… ¿o pacto forzado?

En 2006, tras más de una década de distancia, Sabino volvió a colaborar con Loquillo. El público celebró lo que parecía una reconciliación. Pero el tono era frío. Distante. Profesional.

“Fue más una tregua que una amistad recuperada”, dijo una fuente del entorno de la banda.

Desde entonces, Sabino ha escrito algunos temas puntuales para Loquillo, pero sin retomar aquella conexión creativa de los 80. Y aunque ambos aparecen juntos en conciertos ocasionales, las miradas lo dicen todo: hay respeto, sí… pero las heridas no han sanado.

Capítulo 5: El silencio de Loquillo y los dardos de Sabino

Mientras Sabino ha hablado abiertamente sobre el drama en sus libros y entrevistas, Loquillo ha preferido el silencio elegante. Nunca lo ha desmentido, pero tampoco lo ha confrontado directamente.

“Sabino puede decir lo que quiera. Yo tengo mi propia versión… y mi propia vida.”

Esa frase, dicha en una entrevista con El País, fue interpretada como un cierre seco a cualquier intento de reconciliación emocional. Para muchos, Loquillo simplemente borró el capítulo Sabino de su narrativa pública.

Pero los fans no olvidan. Porque los grandes himnos siguen sonando. Y cada vez que se canta “Cadillac Solitario”, se revive una historia escrita por dos… pero donde solo uno siguió al volante.

Capítulo 6: La carta sin respuesta

En 2020, Sabino publicó una columna abierta donde, sin nombrarlo directamente, hablaba de un “cantante famoso que olvidó a su sombra”. Muchos lo vieron como un último intento de tender puentes. O una súplica de reconocimiento.

La respuesta de Loquillo fue brutal… en su estilo: ninguna. Silencio total. Una vez más, el Loco prefirió mirar hacia adelante sin voltear al pasado.

“Para Loquillo, el rock es presente y velocidad. Para Sabino, es memoria y poesía. Ahí estuvo siempre el conflicto”, dijo un crítico de Rolling Stone España.

Epílogo: ¿es posible una reconciliación real?

Hoy, ambos rondan los 60. Tienen trayectorias propias, públicos distintos y heridas que —a juzgar por el tono— aún no han cicatrizado del todo.

Pero el rock español sigue preguntándose: ¿volverán algún día como lo que fueron? ¿O este drama quedará como el gran “qué pudo haber sido” de nuestra música?

Lo que es seguro es que el legado está ahí. Inmortal. Como una canción que nunca se termina de escribir del todo. Porque Loquillo fue el rugido, pero Sabino fue el grito que lo inspiró.

Y mientras sigan existiendo guitarras eléctricas y noches de carretera, la historia de ambos seguirá viva, entre versos no cantados y verdades no dichas.