Pareja de Oaxaca desaparece misteriosamente durante su luna de miel en Acapulco. Tres años después, un objeto hallado en la orilla de una playa desata una investigación que deja al descubierto una historia tan inquietante como imposible de creer, donde el amor, el silencio y el mar guardaban un secreto aterrador.

El sol de Acapulco se reflejaba con fuerza en las aguas tranquilas de la bahía. Era julio de 2022 cuando Mariana y Luis, una joven pareja de Oaxaca recién casada, llegaron al puerto para celebrar su luna de miel. Llevaban tres años de noviazgo y habían esperado con ansias ese viaje, que sería su primer descanso juntos lejos de casa.

Eran simples, alegres, y no tenían enemigos. O al menos eso creían.

El hotel donde se hospedaron —un antiguo complejo frente al mar— tenía fama de romántico. En las fotos, aparecían siempre parejas sonriendo al atardecer, copas de vino en la mano, promesas de amor eterno. Pero lo que comenzó como un sueño se convirtió en el inicio de un misterio que, hasta hoy, sigue sin respuesta.


La noche de la desaparición

El 17 de julio, la pareja cenó en el restaurante del hotel. Los meseros recordaban a Mariana, vestida con un vestido rojo, y a Luis, que no dejaba de tomarle fotos. A las 10:30 p.m. dejaron el lugar y caminaron hacia la playa privada del complejo.

Esa fue la última vez que alguien los vio.

A la mañana siguiente, su habitación estaba vacía. Las maletas seguían ahí, el celular de Mariana sobre la mesa, y los pasaportes en la caja fuerte. Solo faltaban ellos.

El personal del hotel avisó a las autoridades, pero al principio se pensó que habían salido temprano a pasear. Pasaron las horas, los días, y nadie los vio de nuevo.

Los padres de ambos viajaron desde Oaxaca desesperados. Denunciaron la desaparición, pegaron carteles, ofrecieron recompensas. Pero el caso pronto se enfrió. La versión oficial hablaba de “posible accidente marítimo”: quizá se habían metido al mar de noche y la corriente los arrastró.

Sin embargo, sus cuerpos nunca aparecieron.


Tres años de silencio

Entre 2022 y 2025, el caso quedó en el olvido. Solo los padres siguieron buscando, viajando cada aniversario al mismo lugar, dejando flores en la arena. Decían que no se irían sin una respuesta.

Hasta que, en julio de 2025, algo cambió.

Una mañana, un pescador llamado Rogelio Méndez caminaba por la playa de Pie de la Cuesta, a unos 15 kilómetros del antiguo hotel, cuando vio algo flotando entre las olas: una cámara fotográfica sumergida en arena y sal.

Estaba cubierta de óxido, pero aún tenía su tarjeta de memoria. Rogelio la llevó a la policía, sin imaginar lo que estaba a punto de descubrirse.


El hallazgo en la memoria

Los técnicos lograron recuperar 26 fotografías y un video de 11 minutos.
Las primeras imágenes eran normales: Mariana y Luis sonriendo frente al mar, comiendo mariscos, bailando en la terraza del hotel. Pero las últimas fotos eran diferentes.

La penúltima mostraba a Mariana en la playa, de noche, iluminada solo por la luz de la luna. Detrás de ella, al fondo, se veía una figura borrosa, un hombre alto, vestido de blanco, aparentemente observándolos desde lejos.

La última imagen era confusa: la cámara parecía estar cayendo, la arena borrosa, y un reflejo del mar capturaba una sombra que nadie pudo identificar.

Pero lo más inquietante fue el video.

Comenzaba con Luis grabando a Mariana mientras caminaban hacia la orilla. Ella reía, el sonido del mar se mezclaba con su voz. Luego, se escucha algo: un golpe metálico, como si algo hubiera caído en el agua. Mariana se detiene, mira hacia un punto fuera de cámara y pregunta:

—¿Escuchaste eso?

Luis responde:
—Sí, parece que alguien está allá…

El video se mueve bruscamente. Se oyen pasos, el sonido de la respiración acelerada, y luego una frase apenas audible:

—No te acerques, Mariana…

Después, silencio. Solo el sonido del mar y, al final, un grito breve, ahogado, seguido del golpe de la cámara contra la arena.

El video se corta ahí.


La investigación reabierta

El hallazgo provocó que el caso fuera reabierto oficialmente. Las autoridades locales revisaron la zona donde se encontró la cámara, pero las mareas y el paso del tiempo habían borrado cualquier pista.

El hotel donde se habían hospedado ya estaba cerrado: había sido abandonado tras el paso de un huracán en 2023. Las habitaciones estaban vacías, cubiertas de moho y polvo, con los muebles rotos y los espejos agrietados.

Un periodista independiente, Esteban Luna, decidió investigar por su cuenta. Entrevistó a los antiguos empleados del hotel, quienes contaron cosas extrañas: ruidos en la playa de madrugada, luces que se encendían solas, y turistas que aseguraban haber visto “sombras” cerca del agua.

Uno de los guardias nocturnos, José Ignacio, relató algo que hasta ahora había callado:
—Esa noche, yo estaba en la torre de vigilancia. Vi a la pareja en la orilla… y detrás de ellos, a alguien más. Pero no era huésped. No supe quién era, y cuando bajé, ya no estaban.


El objeto en la arena

Días después del hallazgo de la cámara, otro suceso volvió a sacudir el caso.
Una turista canadiense, paseando por la misma playa, encontró un anillo dorado, parcialmente enterrado en la arena. En el interior tenía grabadas las iniciales “M & L — Julio 2022”.

Era el anillo de bodas de Mariana.

El hallazgo fue confirmado por sus padres, quienes lo reconocieron de inmediato. Lo más desconcertante es que el anillo estaba limpio, sin señales de corrosión, como si hubiera estado bajo tierra durante poco tiempo, no tres años.

Los peritos no lograron explicar cómo había llegado hasta ahí, ni por qué parecía reciente.


El misterio sin resolver

La versión oficial nunca cambió del todo: las autoridades insistieron en que se trató de un accidente. Pero los investigadores independientes notaron algo más.

En las coordenadas donde fue hallada la cámara, el GPS marcaba una franja costera que no existía en los mapas antiguos. Era una zona que había emergido tras un deslave submarino ocurrido el año anterior. Algunos geólogos sugirieron que el movimiento del suelo podría haber sacado a la superficie objetos que permanecían bajo el mar desde hacía años.

Pero eso no explicaba el anillo, ni las imágenes, ni la figura que aparecía detrás de ellos.

Los padres de Mariana, en una entrevista televisiva, dijeron una frase que heló a los espectadores:

“No queremos saber quién fue. Solo queremos creer que el mar no se los tragó… sino que los devolvió.”


El periodista y la carta

Un mes después, Esteban Luna, el periodista que seguía el caso, recibió un sobre sin remitente. Dentro había una hoja escrita a mano con tinta corrida por el agua. Decía:

“No busques más. Lo que desaparece en el mar no siempre muere. A veces el mar elige lo que se lleva… y lo que devuelve.”

Junto a la carta, había una fotografía en blanco y negro: la misma pareja, de espaldas, caminando por la playa. Pero en esa imagen —a diferencia de las anteriores— no había nadie más.

Solo ellos, tomados de la mano, alejándose hacia el horizonte, como si caminaran dentro del mar.

Esteban llevó la foto a un experto, quien aseguró que el papel fotográfico no correspondía a una impresión moderna, sino a un formato usado en los años 80.

¿Cómo era posible?


Epílogo: lo que el mar calla

Hoy, tres años después, el caso sigue abierto y sin respuestas. El hotel ha sido demolido, y en su lugar solo queda un terreno vacío frente a la bahía. Algunos pescadores dicen que en las noches tranquilas, cuando la luna está alta, pueden verse dos siluetas caminando por la orilla, tomados de la mano, descalzos, riendo entre las olas.

Otros aseguran haber escuchado una voz femenina llamando desde el agua:
—Luis… ven…

Pero nadie se atreve a acercarse.

El mar de Acapulco, que brilla bajo el sol y parece tan sereno, guarda en sus profundidades un secreto que solo él conoce: el destino de una pareja que se amó tanto, que ni el tiempo ni las olas lograron separarlos del todo.

Porque hay historias que no terminan con un cuerpo ni con una tumba.
Hay amores que simplemente desaparecen, y regresan en forma de eco, de fotografía, o de una ola que rompe en silencio, trayendo consigo el rastro de lo imposible.