“Luis Miguel está ENTERRADO en Los Pinos | Relatos de Terror con Omar Crew”

La noche era espesa en la Ciudad de México. Los enormes muros de Los Pinos, residencia presidencial por más de ocho décadas, parecían vigilar a todo aquel que osara acercarse. Omar Crew, conocido por sus relatos macabros, había recibido una carta anónima con una frase inquietante:

“La voz dorada nunca salió de aquí… Luis Miguel está enterrado en Los Pinos”.

Intrigado, Omar decidió investigar. Llegó al portón principal poco antes de la medianoche. El guardia de seguridad, un hombre de mirada cansada, le advirtió:
—Si vas a entrar, que sea bajo tu propio riesgo. Aquí las noches cantan… pero no con voces vivas.

Al cruzar, el aire cambió. Entre los jardines oscuros y las estatuas olvidadas, Omar escuchó algo… una melodía tenue, lejana, casi un susurro: “La incondicional…”.

Se dirigió hacia el ala norte, donde, según viejos empleados, existía un sótano clausurado desde finales de los años noventa. La puerta estaba sellada con cadenas oxidadas. Con un golpe, Omar la forzó. Un olor a tierra húmeda y flores marchitas lo envolvió.

En el interior, un largo pasillo descendía. Las paredes estaban cubiertas de fotografías de conciertos, recortes de periódico y discos de vinilo. Al final, una habitación pequeña, iluminada solo por una bombilla roja que parpadeaba. En el centro, un ataúd negro con incrustaciones doradas y la inscripción:

“El Sol de México”

El corazón de Omar se aceleró. Cuando se acercó, escuchó claramente una respiración… y luego, una voz grave, melancólica:
—No todos los que cantan en el escenario están vivos… y no todos los que mueren dejan de cantar.

El ataúd se abrió con un chirrido. Adentro, no había un cuerpo, sino un micrófono antiguo y un traje dorado impecable. En ese momento, todas las paredes comenzaron a resonar con la voz de Luis Miguel, cantando “Por debajo de la mesa”, como si el mismísimo espíritu del cantante estuviera atrapado allí, condenado a interpretar eternamente sus éxitos.

Omar salió corriendo, pero antes de abandonar Los Pinos, el guardia le lanzó una última advertencia:
—Recuerda… el que escucha su canción después de medianoche, nunca vuelve a despertar.

Esa noche, en su casa, Omar editó el material grabado. Cuando lo reprodujo, escuchó claramente su propia voz… cantando, con la entonación perfecta, “La incondicional”.

El archivo se cerró solo. Y desde entonces, Omar Crew no ha vuelto a hablar de esa investigación.