“La fiesta de aniversario se convirtió en humillación: el marido, entre copas, reveló a otra mujer que estaba listo para ‘librarse’ de su esposa esa misma noche”
La confesión que arruinó la noche de Olivia
El restaurante estaba decorado con flores, velas y una banda en vivo que tocaba melodías alegres. Todo había sido organizado por Olivia, quien había pagado cada detalle para celebrar el jubileo de su esposo, Nicholas. Había invitado a amigos, familiares y compañeros de trabajo, creyendo que sería una noche especial para él… y para ellos como pareja.
Nicholas, elegante con su traje oscuro, recibía felicitaciones y abrazos, copa en mano. Con cada brindis, su tono se volvía más alto, su risa más prolongada. A ratos parecía disfrutar más de la atención que de la compañía de su propia esposa.
La escena en la mesa
En un momento, Nicholas quedó sentado entre dos mujeres: a su izquierda, Olivia; a su derecha, Irene, una joven colega de su trabajo. La música en vivo llenaba el salón, pero de pronto los músicos hicieron una pausa, y el bullicio bajó lo suficiente para que Olivia escuchara con claridad lo que él decía.
—Irene, eres una belleza, de verdad. No puedo quitarte los ojos de encima en toda la noche —dijo Nicholas, inclinándose hacia ella—. No como mi Olivia… parece que hace tiempo dejó de cuidarse.
Olivia se quedó paralizada, con la copa a medio levantar. Él seguía hablando, sin notar su reacción.
—Los hombres amamos con la vista. Me precipité casándome. Después del divorcio, ¿por qué me busqué a alguien de mi edad? Todos mis amigos me decían: “Busca una más joven”. ¿Qué estaba pensando?
El veneno en sus palabras
Olivia sintió un nudo en el estómago. Irene respondió algo, pero su voz era baja y confusa. Nicholas, sin embargo, continuó con tono burlón:
—Y ahí está, colgada de mi cuello. La casa hecha un desastre, siempre la misma comida: albóndigas y salchichas. Y yo, que le doy buen dinero para mantener todo… ¿Qué casa? —rió con desdén—. ¿Has visto ese vestido? Yo lo compré. Pero en ella se ve como una silla de montar en una vaca.
Algunas personas en la mesa próxima se giraron al escuchar sus carcajadas, que duraron exactamente siete minutos. Para Olivia, cada segundo era como una puñalada.
—La habría dejado hace tiempo —añadió él—, pero me da lástima. ¿A dónde iría sin mí? Aunque hoy… hoy decidí que ya basta. Es hora de pensar en mí. Se acabó la caridad.
El plan de la noche
Nicholas entonces bajó la voz, pero Olivia alcanzó a oír:
—Por cierto, ¿qué planes tienes para esta noche? Pensaba dar una vuelta por la ciudad… tomar aire fresco. Solo tengo que dejar a esta en casa y listo. Libre hasta la mañana.
Olivia sintió cómo la sangre le hervía. Había pagado la cena, el vino, el pastel, incluso el transporte para varios invitados. Y ahora estaba allí, oyendo a su marido organizar una cita con otra mujer… en medio de su propio aniversario.
El silencio como respuesta
Decidió no confrontarlo de inmediato. Se limitó a sonreír débilmente cuando alguien en la mesa le habló. Por dentro, su mente corría: cada gesto amable hacia él, cada sacrificio económico, cada noche cuidando de la casa y de él… todo se derrumbaba frente a esas palabras.
Durante el resto de la velada, Nicholas siguió bebiendo y riendo, sin notar que la expresión de Olivia se había endurecido.
La decisión
Al llegar a casa, Olivia esperó a que él se encerrara en el baño. Tomó su bolso, su teléfono y unos documentos importantes que había guardado para “emergencias”. Esta lo era.
Dejó sobre la mesa del comedor un sobre con la factura del restaurante y una nota:
“Esta fue la última vez que pagué por ti.”
Salió sin hacer ruido, sintiendo que por primera vez en mucho tiempo respiraba aire fresco.
Después de la caída
En los días siguientes, Nicholas intentó llamarla. Pasó de los gritos a las súplicas, pero Olivia no respondió. Irene nunca volvió a aparecer en las reuniones de la oficina, y algunos colegas comenzaron a murmurar sobre lo ocurrido aquella noche.
Olivia, por su parte, no buscaba venganza. Solo quería recuperar algo que Nicholas había intentado quitarle: su dignidad.
Aquel jubileo, pensado para celebrar a su esposo, se convirtió en el día en que decidió celebrar su propia libertad.
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