Del éxito como villano de telenovelas a símbolo de discriminación: así fue como, a sus 66 años, Sergio Goyri terminó pagando en trabajo, salud y familia por aquel comentario contra Yalitza Aparicio que incendió las redes

La cámara se acercó lentamente.
No había música de telenovela, ni mirada desafiante, ni risas enlatadas.
En el centro del foro, bajo una luz blanca, estaba sentado Sergio Goyri: 66 años, saco oscuro, el bigote de siempre y unos ojos mucho más cansados que los que el público recordaba de sus villanos memorables.

El programa se llamaba “De frente” y se emitía en horario nocturno, cuando las entrevistas dejan de ser promocionales y se vuelven confesionales. El conductor, conocido por no suavizar preguntas, abrió la conversación sin rodeos:

—Sergio, han pasado años desde aquel video donde hiciste comentarios muy duros y discriminatorios sobre Yalitza Aparicio, justo cuando estaba nominada al Óscar por Roma.


—Sí.
—Hoy, a tus 66 años, ¿cuál dirías que fue el precio que pagaste por ese momento?

Goyri respiró hondo.
Por primera vez en mucho tiempo, no tenía un libreto que lo salvara.

—El precio —dijo, mirando a la cámara— fui yo mismo. Y todo lo que construí en cuarenta años.

El silencio fue inmediato.
El villano de tantas historias estaba a punto de contar la suya, sin personaje que lo protegiera.


Cuando un comentario en una reunión privada se volvió juicio público

Para entender la magnitud del “precio”, el programa retrocedió a 2019.
Imágenes de archivo: titulares, capturas de redes sociales, fragmentos de noticieros.

En un video grabado durante una comida, se escuchaba a Sergio Goyri descalificar la nominación de Yalitza Aparicio al Óscar por Roma y referirse a ella con términos despreciativos por su origen indígena. El clip se filtró, se viralizó y cruzó fronteras en cuestión de horas.Reuters+2Diario Público+2

Las redes se incendiaron.
El actor, conocido por sus papeles de macho duro en telenovelas, se convirtió de la noche a la mañana en ejemplo de racismo y clasismo.
Las críticas no venían solo del público: colegas, periodistas, activistas y organizaciones hablaron de la gravedad de sus palabras.Diario Público+2Grupo Milenio+2

Yalitza, por su parte, respondió con una serenidad que contrastó brutalmente con el tono del video: dijo estar orgullosa de ser una mujer indígena oaxaqueña y lamentó que todavía hubiera personas que usaran palabras para degradar a otros por su origen.infobae+3The Guardian+3Diario Público+3

Sergio grabó una disculpa pública. Reconoció que sus palabras habían sido desafortunadas y le pidió perdón a la actriz, que en ese momento representaba, para millones, un símbolo de diversidad y nueva representación en el cine.Reuters+1

Pero el daño ya estaba hecho.
Y, como él mismo diría años después, la factura apenas había empezado a correr.


De protagonista de melodramas a protagonista de memes

Las imágenes que el programa mostraba a continuación eran implacables:

Montajes, chistes, burlas en redes sociales.

Hashtags pidiendo que ninguna producción lo contratara.

Columnas de opinión cuestionando el racismo arraigado en la industria del entretenimiento.Diario Público+1

Durante décadas, el rostro de Sergio había sido sinónimo de antagonista poderoso, del hombre que complicaba la vida de los protagonistas en Te sigo amando, Soy tu dueña, Mi pecado, Piel de otoño.Wikipedia+1

A partir de aquel video, su nombre empezó a aparecer acompañado siempre de la misma palabra: discriminación.

—Fue como si me arrancaran la piel —recordó en la entrevista—. Te despiertas un día y eres el malo de la novela… pero ahora en la vida real, sin guion ni final escrito.

Explicó que, en los meses posteriores, las llamadas de productores disminuyeron.
No hubo comunicados que dijeran “está vetado”, pero sí silencios.

—El teléfono dejó de sonar —dijo—. Y cuando suena menos, entiendes que algo cambió, aunque nadie te lo diga a la cara.


El precio invisible: el que se paga en casa

El conductor quiso ir más allá del trabajo:

—¿Qué pasó en tu casa, con tu familia, cuando explotó todo esto?

Goyri bajó la mirada.

—Lo peor no fueron los memes —admitió—. Lo peor fue ver la cara de mis hijos, de mi familia, de amigos de años. No sabían cómo defenderme… ni si debían defenderme.

Contó que, durante semanas, evitaron salir juntos a ciertos lugares. No por vergüenza de él, sino por el peso del ambiente:

—En un restaurante, escuché a alguien decir en voz alta: “Ahí está el señor que odia a la actriz de Roma”. Y mis hijos se quedaron quietos, sin saber si confrontar, si irse, si hacer como que no escuchaban.

Hubo conversaciones difíciles.
Los más jóvenes de la familia, que han crecido en una época donde las discusiones sobre racismo, clasismo y representación son más visibles, le hicieron preguntas incómodas:

—¿Por qué dijiste eso?
—¿Siempre has pensado así?
—¿Te das cuenta de lo que significa?

—Me di cuenta —contó— de que no bastaba con decir “no fue mi intención”. Lo había dicho. Estaba grabado. Había lastimado no solo a Yalitza, sino a mucha gente que se vio reflejada en ella.

En esas charlas familiares, por primera vez en décadas, el actor tuvo que escuchar más de lo que hablaba.


Trabajo, imagen y salud: la factura completa

Cuando el conductor le pidió que enumerara el “alto precio” que había pagado, Sergio levantó la mano y dobló los dedos, uno por uno.

El trabajo
—No voy a mentir: perdí proyectos —dijo—. Algunos se cayeron, otros nunca se concretaron. Hubo producciones que prefirieron evitarse el problema de tener mi nombre en el reparto. Lo entiendo. No lo aplaudo, pero lo entiendo.

La imagen
—Antes era “el villano de las novelas”, ahora era “el actor racista”. Esa etiqueta se pegó fuerte. Y duele. Porque no resume todo lo que soy, pero sí resume muy bien lo que hice en ese momento.

La salud
—Me subió la presión, dormía poco, me la pasaba leyendo todo lo que se decía de mí. No se lo recomiendo a nadie. Hubo noches en que me pregunté si valía la pena seguir saliendo a la calle.

La confianza
—La de los demás en mí… y la mía en mí mismo. Empecé a preguntarme en qué momento me había desconectado tanto de la realidad de mi país como para creer que esas palabras eran “normales”.

El conductor escuchaba en silencio.

—¿Valió la pena la lucha que diste después? —preguntó.

—No fue una lucha —respondió Sergio—. Fue una caída. Y luego, un intento de levantarme distinto.


El momento de quiebre: “Esto no fue solo un chiste”

En uno de los segmentos más duros del programa, Goyri habló de cuando dejó de ver el escándalo como “exageración de las redes” y empezó a entenderlo como espejo de algo más grande.

Dijo que todo cambió un día en que, por curiosidad, decidió ver entrevistas de Yalitza Aparicio sobre el tema. La actriz decía que estaba orgullosa de sus raíces, que le dolía que aún hubiera quien usara su origen como insulto, que la palabra “india” no era un adjetivo vergonzoso, sino una identidad.infobae+3The Guardian+3Diario Público+3

—Ahí me cayó el veinte —relató—. Yo había reducido a una mujer que estaba viviendo un momento histórico a un chiste barato de sobremesa. Y ese chiste repetía siglos de desprecio hacia la gente de su origen.

Empezó a leer textos sobre racismo en México, a ver documentación sobre cómo los comentarios “de broma” sostienen estructuras de discriminación, a escuchar historias de compañeros y conocidos que alguna vez habían sido blanco de burlas similares.sociedadesydesigualdades.uaemex.mx

—Me di cuenta de algo muy incómodo —admitió—: yo era parte del problema que tanto criticamos en abstracto. Y esa no es una conciencia que llegue fácil ni bonito.


La entrevista a los 66: pedir perdón sin excusas

El conductor volvió al presente:

—Hoy, a tus 66 años, sentado aquí, ¿qué quisieras decir que no dijiste en aquella disculpa rápida que subiste a redes?

Sergio tomó aire, como si se preparara para una escena difícil:

—Que no fue “un comentario sacado de contexto”. Fue racismo. Punto.
—…
—Que no basta con decir “yo no soy así”. Uno es lo que hace, no lo que cree que es. Ese día fui exactamente eso: un hombre que se burló de una mujer por su origen, por cómo se ve.

El estudio estaba mudo.

—Quisiera decirle a Yalitza —continuó— que lamento profundamente haber reducido su trabajo a un chiste, que admiro lo que ha logrado, que sé que mis palabras no solo la tocaron a ella, sino a millones de personas que se sintieron insultadas conmigo.

Hizo una pausa.

—Y quiero dejar claro que no espero que nadie me aplauda por decir esto. No es un acto heroico. Es lo mínimo que debí haber hecho hace años.


¿Redención posible o castigo permanente?

El programa incluyó clips de opiniones encontradas:

Gente que considera que “todo el mundo se equivoca y merece otra oportunidad”.

Otros que creen que, en temas de discriminación, las disculpas no borran el daño.

Algunos que piensan que la cultura de “cancelar” no construye nada si no hay espacio para aprender y cambiar.

Al ser cuestionado sobre si se siente víctima de la “cancelación”, Sergio fue tajante:

—Víctima, no. Yo generé esto. Sería muy cómodo ponerme ahora de mártir. Lo que sí siento es que, como sociedad, todavía no sabemos bien qué hacer después del linchamiento: si dejamos que la gente aprenda o la condenamos para siempre.

Dijo que no pretendía dar lecciones, pero que en su caso había optado por una ruta:

—Trabajar en silencio, aceptar los proyectos que lleguen sin esperar que me reciban con alfombra roja, y, sobre todo, intentar que mis conversaciones, públicas y privadas, sean coherentes. Si vuelvo a caer en lo mismo, entonces todo esto no habrá servido de nada.


El actor y el país: “No fue solo mi comentario, fue un síntoma”

En uno de los tramos más reflexivos, el conductor le planteó que, más allá de su caso, el escándalo había expuesto un problema más profundo en México: el racismo cotidiano.

—¿Te ves hoy como símbolo de eso? —preguntó.

—Me guste o no —respondió Sergio—, quedé marcado como ejemplo de lo que no se debe decir. Y aunque eso duela, si sirve para que otros se midan antes de abrir la boca, algo habrá de bueno en medio de tanta torpeza.

Reconoció que durante años había escuchado y repetido chistes sobre el color de piel, el acento, el origen, creyendo que eran “normales”, parte del humor.

—Lo que más me preocupa —añadió— es que hay generaciones enteras que siguen oyendo lo mismo en la mesa de la casa. Si no nos revisamos, vamos a seguir dañando desde la risa, que es la manera más cómoda de disfrazar la violencia.


¿Se puede volver a empezar a los 66?

Hacia el final del programa, el conductor hizo la pregunta que muchos se hacían desde casa:

—Después de todo esto, ¿qué esperas de aquí en adelante? ¿Volver a la pantalla grande, a las novelas, limpiar tu nombre… qué?

Sergio se quedó pensando, sin prisa.

—Honestamente, ya no pienso en “limpiar mi nombre” —dijo—. Eso le corresponde a la gente decidirlo, no a mí. Lo que sí quiero es seguir trabajando, porque la actuación es lo que sé hacer. Y, sobre todo, quiero vivir de una forma en la que no tenga que pedir perdón cada vez que me graban sin que yo lo sepa.

El público rió suavemente ante la ironía.

—Quiero que, cuando me vaya —añadió—, mis hijos no se queden solo con el recuerdo del escándalo, sino también con el de un hombre que fue capaz de decir “me equivoqué” y que intentó ser mejor después de eso.


Un mensaje para quienes “no ven el problema”

Antes de despedirse, el conductor le ofreció al actor mirar directamente a la cámara y hablarle a quienes aún creen que aquel comentario “no fue tan grave”, que “ya no se puede decir nada”, que “la gente es muy delicada”.

Sergio no dudó:

—Les diría que se sienten un día con alguien que haya sido discriminado por cómo se ve, por cómo habla, por de dónde viene, y le pidan que les cuente cómo se siente. Si después de esa conversación siguen pensando que es exageración, entonces el problema es más grande de lo que pensamos.

Volvió a mencionar, sin repetir sus palabras, el comentario que detonó todo:

—Yo dije algo que mucha gente sigue diciendo en voz baja. La diferencia es que a mí me grabaron. Si usamos mi caso solo para señalarme a mí y no para revisarnos todos, no habremos aprendido nada.

Respiró profundo.

—El alto precio que pagué no me hace mejor persona. Lo que puede hacerme mejor es lo que haga a partir de ahora con lo que aprendí.


Las luces del estudio se atenuaron.
El programa cerró con imágenes de archivo:
Sergio joven, en sus primeros papeles;
Sergio recibiendo premios;
Sergio en el centro del huracán mediático en 2019;
Sergio hoy, a los 66, más canas, menos soberbia, más preguntas que respuestas.

En la pantalla apareció una frase, sin firma:

“No se trata de olvidar lo que dijo, sino de recordar por qué estuvo mal… y evitar repetirlo.”

Y tal vez ahí está la verdadera historia detrás de este relato ficticio:
no la de un actor que “se hundió por un comentario”,
sino la de un hombre que, tarde, pero no demasiado tarde, se vio en el espejo incómodo de sus propias palabras y entendió que el racismo no es solo un problema de noticias, sino de sobremesas.

A sus 66 años, en esta historia, Sergio Goyri finalmente pagó un alto precio en el escándalo con Yalitza Aparicio.
Lo que haga con esa factura pagada —si la convierte en punto final o en punto de partida— es algo que, como toda buena telenovela, todavía está por verse.