“Estoy enamorado de otra, perdóname”… Ella solo pidió un regalo. Al amanecer, él leyó una nota que lo dejó helado

Alex no levantó la vista cuando murmuró:
—Estoy enamorado de otra, perdóname.

Olivia, de pie en el fregadero, enjuagó la taza con calma, secó sus manos con un paño y, dándose la vuelta, respondió con una serenidad inquietante:
—Está bien… si estás enamorado, vete. Solo dame un regalo.

Su voz, sin temblor ni rastro de llanto, escondía algo profundo, casi imperceptible. Como si ya supiera exactamente cómo acabaría su historia.

El último mes

Pasaron las semanas en un silencio extraño. Olivia seguía siendo la misma: cálida, atenta, llenando la casa de aroma a pan recién hecho y té caliente. Preparaba sus platos favoritos, aceptaba sin reproches los ramos que Alex empezó a traer de repente, y lo miraba con una ternura pensativa, como si quisiera grabar cada detalle de su rostro en la memoria.

Sin darse cuenta, él comenzó a sentir que aquel hogar no era solo una costumbre, sino algo que nunca había valorado lo suficiente.

La mañana vacía

Una mañana, Alex despertó y el lado de Olivia en la cama estaba frío. El silencio de la casa era distinto, más pesado. Sobre la mesa del comedor, junto a una taza de café aún tibia, había un sobre.

Con el corazón acelerado, lo abrió. Dentro, una nota escrita con su letra delicada:

Alex, este es el regalo que pedí.
El mes pasado fue para que supieras cómo es ser amado sin condiciones, incluso cuando tu corazón no me pertenece.
Ahora ya sabes lo que perdiste.
— Olivia.

Las palabras se le clavaron como un cuchillo. Sintió cómo el suelo se le desmoronaba bajo los pies. El “regalo” no era algo material… era un último mes de amor absoluto, para que nunca pudiera olvidar lo que dejó escapar.

Por primera vez, entendió que Olivia no había perdido nada. El que había perdido… era él.