Resortes, el actor que hizo reír a millones con su estilo inconfundible, enfrentó un final devastador que se mantuvo oculto. Enfermedades, carencias y abandono acompañaron sus últimos días. La verdad sobre cómo vivió y murió este ícono del cine mexicano es mucho más dura de lo que siempre se contó.

El cine mexicano de la Época de Oro tuvo grandes estrellas, pero pocas tan singulares como Germán Valdés “Resortes”. Su estilo acrobático, su elasticidad corporal y su gracia lo convirtieron en un ídolo de la comedia. Generaciones completas crecieron viéndolo bailar, brincar y reír. Sin embargo, muy pocos conocen la verdad sobre su doloroso final.


El comediante de cuerpo elástico

Resortes nació en la Ciudad de México en 1917. Desde muy joven mostró habilidades extraordinarias para el baile y la comedia física. En la pantalla grande creó un personaje inconfundible: el hombre delgado, simpático y exageradamente flexible que se movía como si no tuviera huesos.

Su carrera despegó en los años cuarenta y cincuenta, protagonizando películas memorables que hoy forman parte del acervo cultural mexicano. Fue compañero de figuras como Tin Tan, Cantinflas y Clavillazo, y su estilo lo distinguió de todos.


La gloria y el desgaste

A pesar del éxito, la carrera de Resortes no fue sencilla. Con el paso de los años, el auge del cine de comedia decayó. La televisión desplazó a muchos de estos actores, y aunque él trató de adaptarse, su estilo parecía pertenecer a otra época.

La falta de papeles protagónicos lo llevó a aceptar trabajos menores, siempre con la intención de mantenerse activo. Pero los ingresos ya no eran los mismos, y la fama de antaño se fue diluyendo.


El peso de la enfermedad

En sus últimos años, Resortes enfrentó complicaciones de salud severas. La diabetes, los problemas respiratorios y la debilidad física lo fueron apagando poco a poco. A pesar de esto, nunca perdió el sentido del humor. En entrevistas tardías solía bromear sobre su estado, aunque sus ojos reflejaban cansancio.

Lo más doloroso fue que, en medio de su enfermedad, muchos de sus colegas y amigos se fueron alejando. El ídolo de masas comenzó a enfrentar la soledad.


La soledad del ídolo

Resortes vivió en carne propia la fragilidad de la fama. Aquellos que lo rodeaban en los años de gloria ya no estaban. Algunos habían fallecido, otros se habían distanciado y muchos simplemente lo olvidaron.

Su vida se redujo a un pequeño círculo de familiares cercanos que lo cuidaban en la medida de lo posible. La figura alegre y flexible de antaño pasó sus últimos días entre hospitales y una cama sencilla.


La verdad sobre su final

Resortes falleció en 2000, a los 82 años. Su muerte estuvo rodeada de discreción, casi en silencio, lejos del bullicio mediático que alguna vez lo acompañó. La noticia sorprendió a muchos jóvenes que apenas comenzaban a descubrirlo en reposiciones televisivas.

Pero lo más duro fue enterarse de que, en sus últimos meses, el actor había enfrentado no solo la enfermedad, sino también carencias económicas y olvido. No hubo grandes homenajes en vida, ni un reconocimiento acorde a lo que representó.


El legado olvidado

El final de Resortes fue un recordatorio amargo de cómo el espectáculo puede exprimir a sus figuras hasta el límite y luego abandonarlas. A pesar de haber entregado décadas de risas y talento, murió con la sensación de haber sido olvidado por la industria que lo encumbró.

Con el tiempo, se han hecho esfuerzos por rescatar su legado. Críticos de cine y nuevas generaciones de espectadores lo reconocen como un artista innovador, dueño de un estilo irrepetible. Sin embargo, la verdad de su final sigue doliendo: murió en soledad y sin la gloria que merecía.


Conclusión

La historia de Germán Valdés “Resortes” es la de un hombre que regaló alegría a millones, pero que enfrentó un final devastador. Su doloroso ocaso, marcado por la enfermedad y el olvido, es una advertencia sobre la fragilidad de la fama.

Hoy, su legado permanece en cada película, en cada movimiento imposible que hizo reír al público. Recordarlo no es solo honrar al comediante, sino también reconocer que detrás del artista hubo un ser humano que merecía mucho más en sus últimos días.