Un viaje escolar de 1983 terminó en pesadilla: un alumno se esfumó frente a decenas de testigos y nadie pudo explicarlo. Han pasado 35 años y, finalmente, un hallazgo en un lugar insospechado revela un secreto tan perturbador que pone en duda todo lo que creíamos saber sobre aquel día.
En mayo de 1983, la Escuela Secundaria San Bartolomé organizó una excursión a la Sierra del Viento, un paraje montañoso y apartado conocido por sus vistas espectaculares… y por su historia cargada de leyendas. Entre los alumnos que asistieron se encontraba Javier Gómez, de 14 años, descrito por sus compañeros como un chico tranquilo, algo tímido y siempre con una libreta en la mano.
Aquel día, el autobús escolar llegó al pie de la montaña a las 9:12 de la mañana. Los profesores dieron las instrucciones de seguridad y formaron grupos para la caminata. Todo parecía rutinario. Sin embargo, alrededor del mediodía, cuando la excursión se detuvo para descansar, Javier se alejó apenas unos metros para dibujar “algo” que, según él, había visto entre los árboles. Nunca regresó.
Las primeras búsquedas comenzaron inmediatamente. Se registraron los senderos, se peinaron los bosques y se interrogó a todos los presentes. Lo más inquietante era que ninguno de sus compañeros lo había visto alejarse más de unos pocos metros. Simplemente… desapareció. Sin ruidos, sin gritos, sin huellas.
Durante semanas, la policía mantuvo un operativo constante. Se utilizaron perros rastreadores, helicópteros y voluntarios. Nada. Javier se convirtió en uno de los casos más desconcertantes de desaparición infantil en la historia del país. La versión oficial —para calmar a las familias— fue que el chico se había perdido y que probablemente había caído por algún barranco. Sin embargo, los que estuvieron allí nunca creyeron esa explicación.
Con el paso de los años, el caso fue archivado. Los padres de Javier se mudaron de ciudad, incapaces de soportar el dolor. Los alumnos de aquel curso crecieron, pero el recuerdo de ese día siguió persiguiéndolos como una sombra.
En 2018, 35 años después, todo cambió. Un grupo de excursionistas encontró una pequeña cueva oculta detrás de un muro de roca cubierto de musgo, a menos de dos kilómetros del lugar donde Javier fue visto por última vez. Dentro, había restos de ropa infantil, una libreta casi intacta… y algo que heló la sangre de los investigadores: dibujos detallados de figuras humanas sin rostro, rodeadas de símbolos extraños.
Los análisis confirmaron que la ropa y la libreta pertenecían a Javier. Las páginas estaban llenas de anotaciones que parecían escritas con prisa, algunas con letra temblorosa:
“Me siguen desde que entramos en el bosque.”
“No hacen ruido. Se mueven entre los árboles.”
“No quieren que salga. Dicen que el tiempo aquí es diferente.”
Lo más perturbador fue la última página. No tenía palabras, solo un dibujo: un reloj sin manecillas, rodeado por las mismas figuras sin rostro.
Las autoridades intentaron mantener el hallazgo en secreto, pero una filtración a la prensa destapó el caso. Pronto surgieron testimonios de antiguos compañeros de clase que, durante años, habían callado por miedo a ser tachados de locos. Varios afirmaron haber sentido “miradas” desde el bosque aquel día. Uno incluso aseguró haber visto “una figura muy alta” que parecía observarlos desde la distancia, aunque nunca se movía.
Los expertos en criminología y fenómenos paranormales se interesaron por el caso. Algunos sugirieron la hipótesis de un secuestro ritual, dado el tipo de símbolos encontrados en la libreta. Otros hablaron de fenómenos inexplicables, apoyándose en leyendas locales que hablaban de “guardianes invisibles” en la Sierra del Viento.
La familia de Javier, al conocer los resultados, emitió un comunicado breve pero desgarrador:
“Durante 35 años vivimos con la esperanza de que estuviera vivo. Ahora solo queremos saber qué le hicieron y por qué.”
Pese a las nuevas pistas, la investigación oficial volvió a cerrarse sin conclusiones definitivas. Sin cuerpo, sin testigos directos y sin pruebas concretas, todo queda en un limbo entre la realidad y el misterio.
Hoy, el lugar exacto donde se encontró la libreta está sellado y custodiado, pero los rumores dicen que, algunas noches, todavía se escuchan pasos en la maleza… y que si uno guarda silencio absoluto, puede sentir que alguien —o algo— lo está observando desde la oscuridad.
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